Una de las principales características del la web 2.0 es la facilidad de comunicación; son infinitas las aplicaciones, webs y redes donde se nos pide que dejemos unos cuantos datos personales para identificarnos con el fin de hacernos algo más “visibles” para los demás. Lógicamente, esos datos varían según se trate de una red social, profesional o de una herramienta de “chateo” más convencional como podría ser el Messenger.
Pero si algo hay en común en todas estas aplicaciones es que se nos reserva un hueco para poner una foto (salvo en el caso de flickr, donde las fotos son la esencia misma de la red). Más allá de que redes sociales como badoo, facebook, hi5 o similares nos dan espacio para subir todos los álbumes de fotos que queramos, lo más habitual es que en nuestro perfil, aparte de poner nuestro nombre o un nick y algunos datos más, pongamos una foto “tipo carné”, como las de toda la vida, para identificarnos.
Sin embargo, no todas las personas que se afilian a la web 2.0 ponen una foto. De alguna manera sigue existiendo bastante miedo a Internet como concepto general, concediéndole a la red atributos y adjetivos como “buena” o “mala” (todavía son muchos los que nos piden que le hagamos algún trámite por la red porque a ellos les da “miedito” usar una tarjeta de crédito o dejar algún dato personal). Al contrario de lo que comentaba hace algunas semanas por aquí, cuando me refería a la retransmisión de nuestra vida por Internet, determinados internautas prefieren mantener un cierto anonimato y no incluir una foto en sus perfiles.
Aunque sin duda se trata de una opción personal, y si algo caracteriza el uso de la red es la libertad de cada cuál para usarla como mejor crea conveniente, no creo que la mejor opción sea no poner foto. Ayer tuve la suerte de desvirtualizar a @ecroissier y hablábamos de lo curioso que nos resultaba como muchos participantes del 2.0 no usan ningún tipo de foto o avatar. No dejaba de sorprendernos, sobre todo si nos centramos en las redes profesionales tipo Linkedin o Xing, que haya profesionales que no tengan reparo en poner su nombre y apellidos, Universidad donde estudió, experiencia laboral e incluso e-mail o skype para contacto, pero que dejen ese fatídico modelo de foto que nos propone la aplicación: esa especie de sombra gris azulada sonde intuimos una silueta humana, pero nada más.
Bien, volvamos al mundo 1.0 por un momento y pongámonos en la piel de un seleccionador de personal. Estamos esperando a un candidato y cuando éste llega, nos encontramos con que viene con una careta puesta o con la cara vendada y gafas de sol al estilo del Hombre Invisible. O piensa por un momento que te has citado con un cliente en una cafetería y cuando llega viene disfrazado de Bob Esponja, dejándote a cuadros.
Ya sé que son ejemplos algo forzados y exagerados, pero lo que quiero dar a entender es que tenemos que hacernos a la idea de que el 2.0 no es ningún juego para pasar el rato: simplemente es una extensión digital de nuestra vida analógica, y como tal, deberíamos plantearnos el porqué de nuestra reticencia a poner una foto en donde se nos pueda identificar y reconocer. Incluso sería más razonable vigilar qué tipo de datos concretos estamos compartiendo en la red, más que pensar si una foto u otra desvela nuestra intimidad.
Cierto es que no hay reglas concretas, hay personas que prefieren salir muy sonrientes, otras más serias; unos se ponen un avatar porque representan a una empresa, y otros ponen la última foto donde más o menos han quedado bien…posibilidades hay miles, y cada participante debe poner la que más crea conveniente. Pero si cuando sales a la calle no te tapas la cara y no tienes razones para ello, no lo hagas en el 2.0